domingo

La Otra Vida

La conozco creo. Es tan tierna como el caso de algunos insectos; viven un día, no hay relojes, no hay instrucciones, un día.

La verdad de ser un día, la verdad de ser un momento en la línea de los astros. Nace el sol, nace la luna, veinticuatro horas de Ser. Sin más ansia que el de sostener este lápiz, y apropiar de otra razón a las oscuras horas de un relojero.

Debemos afrontar señales, razones que no estimulen las sagradas creencias. No es dios la respuesta, ahora resurge la vieja muerte del mito alterado, conjurando a todo instante vació, a esa levedad que Kundera apunta con toda su insoportable razón de ser, porque hemos cambiado de planeta.

Recolectadas las noches, se atraviesan esparcidas en su significado. Desperdiciada la mariposa, levanta sus primeras olas, el aire le es motivo: Es. Las noches en cambio, concurren a nuestro amparo, a la cueva tribal. Hemos inventado a dios, llevado encima su peso; ahora nos estorba y cuando lo perdemos, el equilibrio se altera y nos movemos torpemente, algo en el esqueleto mágico que falla, algo que no resiste. La sombra de la soledad, la vieja memoria dice que es, otra vez, los rebusques del olvido. Eso que quiere ser y no es, ese propósito de humanidad, derroche de su propia caridad.

Por eso decía, creo, porque será el silencio lo que toca, la afonía de unas líneas dibujándose perfectas a todas las direcciones. Líneas que caminan de la palma de tu mano hacia el horizonte… y, que no suenan.




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