jueves

Carta a la habitante de los bosques




.......de entre los matojos, despego el ojo.......y te veo, subes con tu risa por entre mis cornisas, esa parte del tejado que voló con la tramontana. Piel azulina de ojos grises, cabellos de elfa. Brotan por tu costado helechos como dendritas que todo lo palpan, mordisco de amistad que cruza el bosque a sus limites, agua reguero cantarín, lustre del imaginario, motivo de los tantos motivos. Te veo.

Las calles suben por tus pantorrillas y se soban amistosas y gatunas, de la rambla a Santa Mónica, gentío disperso, sol que abre y cierra. Tus ojos vagan desde este acá hasta ese allá de escaparates repletos, quioscos derramados, modas dobladas y colores de verano, de paseantes impacientes y sos la paciente más impaciente por atravesar sin molestar, porque tu mirada comprueba que la tarde late en compulsivo movimiento de carencias, en vacíos, en soledades, en la conjura de un sistema que se alimenta gracias al deseo.

Te veo habitante del bosque, acercando el bolso a la silla de la granja (aquella con altillo), sabes que no debes encender el cigarrillo hasta después, porque sino serán dos y sonríes porque tienes más de un circuito cerrado entre las sienes y te permite atender al mundo con esa calidez tan tuya sin delatar tu siempre sorpresa, tu conquista.

Te siento habitante del bosque despejando con la lengua un resquicio de chocolate en tus labios, el aleteo de la nariz filtrando los aromas pastel, dulce café de las granjas, recordaras que llevas el libro y querrás hojearlo y en todo esto pensaras que las distancias son como las moscas que revolotean sin llegar a ningún sitio, que la vida da vueltas.

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