Cercano como el pan, la taza de café, el calor matinal. La brisa con su voz recorriendo el monte se sienta a mi lado, debajo de la veterana encina, en la mesa resplandeciente de sol, para mirar al refugio la morada pétrea, y explicar con voz calma que no hay final.
Prodigo abrigo para un transeúnte hechizado, estrellado en su mundo que es nuestro mundo, convertido en incierta cometa que aparta espacios para reposar sobre su memoria, el recuerdo infalible de cada mañana, sin gallo ni campana.
Recodo del camino, de su fuente danzan los cristales que no dañan las manos, vida liquida, que feliz, se desliza entre matojos y obediente nos llega escarchado de sabor mineral ¿Dónde has estado antes de rebasar hasta aquí? De las entrañas creaste la fuente, patio de hadas y elfos, olerlo es emocionante y su quietud nos convierte en libélula, en rana, en una rama, que paciente bebe quieta y se convierte en ella misma para que el ciclo siga de la noche al día, del día a la noche.
Un lugar...
... tan cercano.
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